Lo único que le importaba era lo que veía por la mirilla de su escopeta. Tirado boca abajo, en un bosque o una llanura, esperaba a que la víctima se cruzara en su horizonte para jalar el gatillo. Ahora, a esas mismas especies, las aloja en su finca para rehabilitarlas y devolverlas a su hábitat natural.
La cacería hizo parte de la vida de Rodrigo Gaviria Obregón desde temprana edad. Con su escopeta de copas terciada al hombro, salía a probar puntería disparándoles a pequeñas aves.
Con el pasar de los años, esta pasión creció al mismo tiempo que lo hacían sus experiencias. Ya armado con escopeta y munición letal, recorrió Ayapel, en Córdoba; los Llanos Orientales y el Magdalena Medio rastreando y cazando babillas, venados, patos, conejos y tigrillos, entre otros.
El producto de su cacería lo ofrecía a otras personas. Nunca dejó nada para él. Cada vez sus retos de caza eran mayores y más difíciles. Algunos incluían largas caminatas y enormes esfuerzos físicos, pero el entusiasmo de ver animales en su mira y el sonido de su escopeta al apretar el gatillo, vencía cualquier obstáculo.
En un momento de su vida, Gaviria viajó a España para hacer su especialización en cirugía plástica. Allí comenzó un cambio transcendental, no solo en lo profesional sino en lo personal.
Tras permanecer cinco años en el Viejo Continente, este cazador aprendió el respeto por la conservación y preservación de sus especies, y poco a poco esto tocó lo más profundo de su conciencia hasta despertar su amor por la naturaleza.
De regreso a Colombia conoció a la médica Cristina García, una ferviente defensora de los animales y quien le dio el ‘golpe final’ para que el cazador terminara no solo atrapado por el amor de ella, sino también por el de los animales.
Es así como la pasión por capturar animales se trasladó a la fotografía. “Ahora cazo animales, pero con una cámara”, comenta.
Fotos por balas
Gaviria es uno de los observadores y fotógrafos de aves más reconocidos del país. Incluso, publicó el libro Las aves más hermosas de Colombia, una recopilación de 350 fotografías donde muestra el esplendor de la fauna nacional.
Ahora Gaviria y su esposa, Cristina, convirtieron su finca de descanso en Puerto Triunfo, en el Magdalena Medio antioqueño, en un centro de rehabilitación animal. Allí han ayudado a por lo menos 300 especies en cinco años, en su mayoría aves, pero también a anfibios, perros, gatos, primates y otros mamíferos como nutrias y venados.
La mayoría de estos animales son producto de incautaciones de fauna hechas por la Policía. Pero, también Gaviria y su esposa los han rescatado de las calles o llegan por intermedio de otras personas. En una ocasión, Cristina encontró a un pequeño perro deambulando hambriento y, sin pensarlo dos veces, envió su maleta con una empresa de encomiendas a Medellín y se trajo al cachorro en avión.
Gaviria sensibiliza con charlas a la población circundante para que no vuelvan a cazar la fauna que convive con ellos. Este cirujano plástico y excazador, que cambió su escopeta por una cámara fotográfica, pudo darse cuenta de que el camino no era la cacería, sino el respeto por las especies que comparten con el ser humano el planeta Tierra.
Fuente: www.eltiempo.com
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